sábado, 17 de enero de 2009

¿Me escuchas?

¿Me escuchas? Ana ¿me escuchas?; Amor abre los ojos, despierta, ¿estás bien?
No dijo nada, tampoco abrió sus ojos, un silencio mortal rodeo el ambiente e invadió mi ser. Los minutos pasaron tan lentamente que se hicieron eternos, su cuerpo pálido y frio se encontraba ya casi sin vida entre en mis brazos, más no pude hacer nada pues me sentía totalmente paralizado.
Nos conocimos hace más de dos años ya, teníamos planes para un futuro juntos, ella cumpliría su mayoría de edad y se casaría conmigo.
Nuestra relación era perfecta, coincidíamos en todo, nos apoyábamos siempre, éramos amantes ideales y sobre todo nos amábamos mucho.
Un día de repente las cosas empezaron a marchar mal, la monotonía de la vida empezó a mandar la cuenta. Ella, apenas una estudiante de tercer año de bachillerato de un prestigioso colegio de Quito empezaba a sentir el estrés de los exámenes finales; Yo en cambio con mi carrera universitaria, mi trabajo en la imprenta y mi familia empecé a ocuparme de todo y a olvidarme de ella.
Una noche al llegar del trabajo mi teléfono empezó a sonar, vi en la pantalla y era ella. Con su voz quebrada empezó a hablar de los dos, de nuestro pasado, de lo felices que éramos, empezó a recordarme que ella también existía, que ella también formaba parte de mi vida. De inmediato el remordimiento, la culpa y el dolor brotaron de mí ser, quise disculparme, pues sabía que ella tenía razón, con arrepentimiento acepte mi error, le repetí una y mil veces cuanto la amaba, ella lo repitió también, su voz empezó a cambiar y con esos empezamos a idear un plan.
El día siguiente fue sábado, lo recuerdo bien. Aprovechamos que había conseguido un poco de dinero y con eso la invité a viajar. Queríamos dejar todo el estrés y la monotonía de la ciudad y sin más nos dirigimos a un hermoso lugar.
Decidimos ir a Pedernales, un lugar fantástico para descansar situado en Manabí. Nos fuimos sin planear nada, no teníamos reservaciones para el hotel, no teníamos ropa adecuada, no teníamos el permiso de sus padres, más no nos importó solo queríamos estar solos lejos de la ciudad para podernos amar.
Cuando el sol se ocultaba hicimos nuestra primera parada en Santo Domingo, nos detuvimos a comer algo y descansar un poco; rápidamente pasó media hora con lo cual decidimos continuar nuestro viaje hasta el mar.
Ella iba a mi derecha, cantábamos y reíamos juntos sin parar, después de poco tiempo su cuerpo no dio más. Con evidente sueño en su rostro se acercó a mi, beso mi mejilla y se recostó a dormir.
Poco después llegamos hasta El Carmen, mi cuerpo empezó resentir de cansancio, mis parpados pesaban más que dos costales de cemento, mi vista se empezó a nublar, más eso no importaba pues solo queríamos llegar.
No sé cuando perdí la noción del tiempo y del espacio, solo recuerdo que desperté cuando sentí que fuimos a parar en contra de un mural.
Tan pronto como puede logre salir del automóvil completamente destrozado, y con desesperación la quise rescatar, más no pude hacer nada, pues en mis brazos ella muerta yacía ya.

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